martes, 30 de marzo de 2010

Soñador tupamaro

(a Roberto Quartiani)


Con soldaditos de plomo libró su batalla
Muerto el capitalismo, viva la vanguardia,
Soñoliento y delirante, de huelga en huelga,
Conversó con Tarzán y planeó revoluciones.

Los tupamaros los recuerdan altivo y con gloria
Cuando en un árbol de navidad trasportó un fúsil
Los milicos afuera lo desnudaron y temblando
comentó que las fiestas para él se adelantaron.

En Trenque Lauquen se rebeló contra el mundo
entre ayuno y huelga se le pasó la vida
24 de marzos en la plaza lo esperaban
y Roberto lloraba aún, por la derrota.

Cada anzuelo introducido en la laguna,
Fueron para el viejo una hazaña conjetura
Comía las carpas que se rendían bajo su sombra
en el parque municipal, como paraíso indígena.

Roberto sabía que tejía esperanzas,
al decirle a los niños que la revolución se acercaba
y largas peregrinaciones descalzo emprendía,
para regalarle a la vida más sufrimiento.

Tenía la mirada perdida y la nariz complicada
En la columna unos fierros y en el alma una espina
Contaba más chistes que Landrisina
y soñaba con un Perón socialista.

Roberto se enamoró del opuesto, doña Imelda,
y le llenó el jardín de rosas; la obligó a reírse
aquellas tardes que le cambió té por mate
y confesaba envenenarla a cuentagotas.

Su alma gemela falleció en la lucha
y él que poco sabía de ser imparcial a la derrota
Prefirió quitarse la vida a amanecer sin su doña
prefirió morir de pie bajo un árbol que vivir sin su alondra.

Compañero

(a Julio Silva)


Julio prefería bañarse bajo la lluvia y
disimulaba la expresión del misterio bajo su risa,
tenía como tesoro un mate y yerba renovable
que bajo el sol renacía, cada tarde.

Julio se reía de los que suelen impresionarse
de la tecnología y el mundo que progresa ligero
pasaba las tardes bajo el sauce, tejiendo
en su mente, viejos anhelos.

Nunca comprendió por qué la arrebataron aquella casa
en donde jugarían sus nietos.
Tampoco titubeó cuando en el casino acertaba
y corría a prender, rápidamente, el fuego.

La familia unida buscaba la leña,
que muerta se había desprendido de los rascacielos
y él que al tiempo le ganó en la ruleta rusa
sabía conversar horas eternas con el viento.

Del suelo levantaba coplas en la quinta que nacía
y de souvenir a la vida le dejó mil enseñanzas
Prefirió derrotar las ambiciones y llenarse de calma
cambió plomo por cobre y soja por alfalfa.

Julio comprendía al clima y lo pronosticaba
sus manos en la cintura y vista al horizonte
anunciaban otra caída de un viejo hermano
o una lluvia feroz, pronta al desengaño.

Julio no olvidó tanto hermano muerto
y de viejo lloraba por cualquier circunstancia
maldijo a la vida, antes de su muerte
por tantos desenlaces crudos y opacos.

Un nieto y una hija con él fallecieron
y nacieron en el barrio miles de mitos
que se lo llevó la tormenta, que lo inundó la sequía,
que se ahogó en la sonrisa o lo despertó el otoño.

Ningún ser del viejo Colón quiso despedirlo
porque Julio era eterno y así se infundió,
Mujica lo recuerda tenue y certero
amargo y enfermo, por tanto hermano muerto.

jueves, 18 de marzo de 2010

Dormida


La noche estaba calma e inquieta, pero fue sublime y precipitada;
sus cielos eran color púrpura, impactantes, desiertos y oscuros
no hubo ningún pretexto, introducción ni misterio y fluían
los amaneceres, los vientos, las nubes, las distancias.
Dos cuerpos y nada más. Nada más, nada menos.
Extremos que logran encontrarse en el desgarro,
La sed sin aliento, sin tregua y sin pausa
su hocico cual fiera buscando su presa.
Ni un suspiro del encuentro resuelto,
Ni una lágrima en la despedida
Tenía el pecho abierto
y el alma dormida.

viernes, 12 de marzo de 2010

Simbiosis


Son tejidos nuestros cuerpos,
Convexos, cóncavos y hexagonales
que se pliegan subyacentes
y se duermen complementarios.

Son un ser, de dos seres
que se separan por hazaña
de volver a juntarse y
recomenzar en las mañanas

Me quedó en la madrugada
una pena de tu alma en mi rostro
te quedó sobre los hombros
mis fatigas de amante solitaria.

Tengo en la superficie de mi mano,
el trozo más preciado de tu calma
y en tu falda resiste empedernido
mi delirio por quedarme congelada.

Llevo en el empeine tatuada
La mejor virtud de tus desmanes
Y te quedaste con mi vigorosidad
de desprender del mundo, una manzana.

Te he dicho que tu ser y mi ser son uno
y vos que nada crees de lo que hablo
te quedaste intentando zambullirte
en la parte más misteriosa de mi pasado.

Y allí te encontraste, por sorpresa
Con otra presa, parecida a tu frescura
Y entre tanta espesura no resuelta
Quisiste huir por cada puerta
y sólo lograste traspasarte a mi futuro.

Simples versos sin jazz



Para encontrarte, he dejado de buscarte
y te he encontrado tan lejos de vos
en el llanto del niño que pregona un futuro
y en el anciano que devuelve su risa en la tos.

Te he amado más en otros brazos
que los que me despertaban con Dios
en el descanso de los caminantes
y en el silencio de un grito que nunca se oyó.

El amor que tu ser embistió en mi ser
Vive entre las cosas simples y el ruiseñor
Escucha un tango mal acabado
Y se duerme en un jazz que resucitó.

Ni una copa de vino, ni un rastrojo de sol
me llevan a tus cabellos dormidos
que se parecen tanto a los nidos
en lo que nace un vil gorrión.

Y el amor que nacía en tus ojos
Se lo he devuelto a la tierra y al sol
He peleado por tanta ideología
Y se me ha quebrantado tantas veces la voz.

No sé mi amor, si entiendes…
el por qué el mundo es sazón
De implorar un viejo fracaso
Y crear con ello un mundo mejor.

No me detuve en tu camino
Y no desaproveché tanto amor,
Si te fijas en la sonrisa de un niño
hay algo tuyo y de mi dolor.

II

La ausencia que me fluye y me delata
es irremediable ante tanta emoción.
Son tus labios cerrojos del ensueño
Arca de Noé, de un cielo a color.

Tus penas son las penas del mundo
Y el sentido común en vos se murió
Tu lucha es la lucha de tanto hermano
que en la guerra furtiva jamás falleció.

No pretendo que ignores tanto camino
Ni que dejes de buscar justicia por cada rincón
No creas que estoy celosa de los hombres
Que bajo tu regazo han hecho canción.

Te he visto dudando zarpar de tu puerto
Para llegar hasta mi lecho, solitario
Eres libre como el viento, pero te advierto
Si abandonas tu lucha, quizá no te ame tanto.

El amor que ha nacido en ambos cuerpos
Tiene forma de distancia y libertades
Yo te sigo cada paso en los textos
Que hablan de utopías y soldados.

Quédate, mi amor, te lo ruego
Quédate en tu pueblo trabajando
Que desde aquí te mando pretextos
para continuar soñando, soñando...

martes, 9 de marzo de 2010

Mujer


No es el día que se pronuncian tus dolores, ni el vil misterio que yace bajo tu pestañas adormecidas. Sabes muy bien que no voy a adornarte con flores, ni llegar a tu puerta como si fuera otro día.
Porque te recuerdo esbelta cada día del año, débil y fuerte bajo la misma vereda, esperando que paulatinamente pasen los años y ser protagonista, sin saber siquiera cual de todos tus destinos es más certero.
Por la suavidad con la que dices te quiero, por no atreverte a desnudar más el alma, por cada vez que te he visto de lejos, enamorándote de las cosas simples, pintándole a los muros alas.
Porque crees que es posible modificar el mundo con una improvisada danza, en la que tiendes tu mano y finges que el ritmo está en nuestras almas.
Porque no eres más ni menos que el hombre, que te venera como piedra preciosa, como viento de montañas. Te arrima su fortaleza y vos, vos que sabés muy bien la diferencia, buscas una tregua para salir triunfante.
Porque no hay espacio ni tiempo, cuando pasas presumida cantando nada. Y a las aves que estaban dormidas las despiertas sin darte cuenta siquiera las fenómenos que se describen bajo tu mirada.
No entiendes que la belleza te favorece cada vez que pronuncias una palabra. Dicen que es por tu diseño ajustado que el firmamento se cuela entre las aguas.
Debe ser que la sonrisa de una mujer “me delata” y, entonces, sólo entonces, puedo comprender el por qué de tu tristeza. Debe ser que me he hecho servidora de la poesía para poder descifrarte y descifrarme.
Cuántas veces la vida, nos llevó por encrucijadas, nos quitó al ser amado, nos desnudó de un soplo el alma. Cuántas mañanas amanecimos sin risa y le pintamos un rostro a la almohada, para llorar una caricia que se quedó congelada.
Porque sé que eres mujer de célula a célula, que busca desafiar al mundo en una velada. Y te acuerdas de los momentos que hemos compartido, sin dejar que el silencio se apagara.
Y debe ser por todas esas cosas y las que olvido por no lastimar mis entrañas que aunque pase el tiempo y en algunos casos te halles a la distancia, en otros me digas hija o te encuentres bajo la tierra, inmaculada, que todas las cosas que toco se parecen a tu nombre. El mismo nombre que me revivió y aniquiló una mañana.
No es tu día, mujer, déjame aclararte. O en todo caso son todos tu días los que veo a diario. No necesitan diferenciarte del hombre que se empalaga ante tu imagen, déjame sorprenderte si te digo que cuanto más intentas buscarle razón a tu existencia, más te le pareces…
Es por tu naturaleza marcada a fuego y sangre que el instinto femenino me insta a encontrarte detrás de cada esquina inspirando alguna musa, que por ser diurna, nocturna y estandarte, no se escapa de mi rutina la sonrisa, sutil forma de decirle al corazón cuánto para mi vales…
Y si quieres más palabras improvisadas y desordenadas, como cuando hablamos frente al espejo que devuelve aquella imagen, puedo rematar con un silencio, un silencio eterno y tácito. El mismo silencio que el oído ajeno pronuncia cada vez que te llegas hasta mi puerta para pintar mi cuarto de acuarelas y esparcir sonetos ocultos de un artista plástico.
Son tus manos las mismas que me acunaron las noches de desvelo, que me bajaron la fiebre y me enseñaron el canto. Son tus ojos los mismos que vi el primer día y quedé para siempre esperando, esperando…
Y cada vez que te paras frente a mi desconcierto, reflejo de mi parte anhelada, es que entiendo por qué la luna, la música, las flores, las estrellas, las olas, las montañas, las pinturas, las artes, las miradas, las caricias, las sonrisas, las palabras, la suerte, la fortuna, la mañana, la tarde, la noche y la eternidad toda, llevan artículo de mujer.

domingo, 7 de marzo de 2010

Prejuicios


La gente fluye. Bajo el mismo paradigma que construyó un grupo de gente mayoría, que no siempre es gente.
Camina y discute con cada transeúnte que se atraviesa en el camino, en el ámbito de lograr una unión posible. Discute sobre la necesidad de unirse. Se segregan.
La gente, no sé bien qué es. Y a veces no quiero saberlo. Son muchas vorágines en simbiosis que procrean enfermedades sociales para ofrecer la fórmula perfecta a un precio carísimo.
Le temo a la gente porque tiene el poder de desequilibrarme, el poder de que la quiera, aún cuando no tengo razones certeras.
Soy gente y eso me condena. Me libera. Me construye tan distinta a lo que soy sin la gente. ¿O sólo soy con la gente?.
No sé bien cuál es la gente o la enemiga de la gente. Ni sé siquiera si son pluridogmáticos y efervescentes. Aún no entendí si la gente es rebelde o dócil, traidora o sincera.
¿Existe un grupo de seres humanos que juntos sean gente? O, ¿no son acaso más individuos los seres cuanto más se juntan?
No importa si la gente es gente, en definitiva. Más vale importa que la gente deje de ser gente cuando el corazón mande y la razón disponga.
No me vengas con el verso de que “la gente no…”. ¿Acaso -ser supremo, perfecto y omnipresente- no sos gente cuando me pedís un beso y mirás con recelo que la calle esté desértica?.

Promesa


Proclamó una declaración que abarcaba el tiempo infinito y el espacio incierto. Como un silencio que se hizo grito para reproducirse en los recovecos de la materia y avasallar la sustancia. No contemplaba la historia y sus matices, ni siquiera parábolas o verbos. Quizá era la suma de todos ellos.
Se incorporó sin miedos, lo dijo con firmeza y con pausa. Solemne forma de declararse.
Pero yo que tenía tiempo y espacio, y estaba encarnada en la sustancia, no creía en los gritos ni en las palabras y contemplé siempre la historia y sus matices, fue que al ingresar su grito en mi cuerpo, líquido y sólido, se hizo silencio. No fue ni verbo, ni parábola, ni la suma de todos ellos. Quedó como un delirio incoherente que no supo retener su cuerpo y lo arrojó en mi rostro sin piedad alguna. Válgame Dios que esquivé sus dos palabras, sino estaría siendo feliz en algún sitio olvidado y no estaría llorando el mismo nombre.

Eramos tres


Era invierno, verano y otoño a la vez.
tenía en el cuerpo un sueño olvidado
una música de jazz empedernida
un silencio que gritaba despavorido.

Me pregunté dónde nacen los dolores,
Cuándo se terminan los recuerdos,
En qué dimensión yacen los fracasos
y por dónde se escurre la esperanza.

Estaba dormida, cálida, abrupta.
Por debajo de su ser, otro ser pregonaba
No recuerdo cuán brusca fue mi ira
Que por la mañana intentó rescatarla.

Ni la moral, ni el ego, ni el insomnio
Se llevan de los malos tragos la palabra
Que como lanzas de indios en su tierra
Se defienden de la invasión traidora.

Se juntan como estruendos y se separan
Para formar frases hirientes dislocadas,
Por eso fue mi silencio posterior, amor…
No se me había enmudecido el alma.

jueves, 25 de febrero de 2010

Obsesión


Se acercaba caminando, sonriendo, con obstinación. Se frenó antes su alma que su cuerpo, fue evidente. La gente no se detuvo a su alrededor, ni percibió el momento en que recogió del suelo una pena no muy lejana. Sonrió, como un hecho rutinario donde solía adormecerse profundamente. Nunca jamás despertó. Prosiguió su camino como quien olvidó el fin de la cosa. Se entremezcló entre la gente y se disolvió entre paredones, carteles, graffitis, basura, ruidos, colores, autos, aviones…
Cada gesto que se fue sucediendo desde nuestro encuentro se fisura en los objetos que me despojo, en los espejos que se empañan y en el ladrido de los perros. No hubo ningún tipo de souvenir ni intercambio gaseoso, líquido o sólido. No hubo nada más que un desencuentro.
Allí fue el inicio de que los almanaques se deshojen desde diciembre a enero, que los perros aúllen o los silencios sean gritos. Desde ese día los laberintos comienzan con puertas abiertas y por las ventanas cerradas se filtra la llovizna de un día de sol.
La gente me choca, me ignora, se esparce. Tampoco observó el cambio que su desencuentro produjo en mí. La pregunta se asoma, revive, me exaspera. Una forma tácita de enloquecer al sujeto en el que habito, que no es más que el espejismo en donde se reflejan los fenómenos meticulosos, paranormales, oscuros.
No puedo más que recorrer callejones, plazas, cuerpos desnudos, hasta encontrar su rostro temprano e inmaduro y vuelva el orden tradicional de los fenómenos y de noche se pose la luna, espléndida y rozagante.

lunes, 22 de febrero de 2010

Soledad


Era la soledad. Lo supe porque vestía con tu rostro y me embriagaba el alma. Era triste y sombría, tenue y distante. Ingresó por alguna puerta o una que otra ventana que olvidé sellar en la noche, quizás adrede. No eras vos, era la soledad. No tuve ninguna duda en ese momento, pronunciaba las mismas palabras que gastó tu boca y que llevan tu nombre parecido al dolor.
Al tiempo que me sorprendí se sonrió, para provocarme, herirme y encontrarme. Se acomodó despacio sobre mi hombro, tu hombro. Me miró, como girasol buscando su estrella, con sed de alimentarse, estrujarme, hasta escurrir la sangre que no he derramado por ningún ser, salvo el inexistente. Se detuvo, fría y frágil, perenne y espléndida. Por un momento dudé que era la muerte, la soledad o vos. No sabía disentir entre los segundos que el sentimiento y la razón pelean por encontrar la conclusión de un hipótesis inconclusa y de dimensiones cóncavas. Supe que era la soledad porque seguí latiendo, y no me traspasó el frío y no se me heló el alma. Sentía calor, calor humano hasta el punto de transpirar sin límites; emergí recuerdos, olvidos, pasajes de la mente que había creado en el imaginario silencio de tu ausencia. No era la muerte.
Creí que eras vos, pero supo comprenderme en el momento justo, sin decir palabras, sin pedir nada a cambio. Se retiró y entraste vos; ahí entendí que era la soledad.

lunes, 8 de febrero de 2010

Tu Revolución



Un delito social, en el reflejo del silencio
un mundo a contramano, sin ningún freno
tus labios de la misma sustancia que el infierno
y tu boca constelación del paraíso.

No hay boca, no hay labios,
somos el mismo ser homogéneo
ni sol, ni luna, ni ruido y silencio
el mundo como masa uniforme.

Revolución, gritaron los cuerpos
Y se fueron diferenciando del resto
Como individuos, como sujetos
Dándole al espacio un contenido.

Revolución dijeron mis manos
Que te fueron a conquistar de madrugada
Y un dictador nocturno que era la helada
Nos separó de la rutina alienadora.

Revolución de dos cuerpos,
Empezamos a cambiar nuestro universo
Si así besas los muros, te lo advierto
No hay fronteras que superen la velada.

Vos sos lo que el socialismo imploró
Y el cielo buscó entre los ángeles
La revolución de cuerpo, alma y sangre
Que se inscribe en la eternidad de los dementes

Vienes de unicidad y arrasas
en pocos minutos soy parte de tu cuerpo
como fenómeno jamás resuelto
Einstein evocaría una teoría.

Mi amor, sólo quería explicarte
El por qué de mi devoción furtiva
Porque veo en tu ser la potencialidad
De hacer de dos, un mismo cuerpo.

lunes, 11 de enero de 2010

La vida después de la muerte



Anoche me quedé esperando, que se fuera la vida, que se fuera…
Sujeté la almohada dormida como último acto de mi devoción.
Anoche estuve soñando y creció la herida, la herida,
Desperté y el mundo dolía con extraña ambición.

No llegó a sonar el despertador maldecido,
Ni un rayo de luz por mi ventana traspasó
Anoche había ruidos en cada sitio
Y en cada célula se pronunciaba un clamor.

Quise sellar mis ojos, como sobre, como sobre
Y que jamás vuelvan a ver lo que no existió,
Mi corazón latía tan fuerte, pero tan fuerte
Que estaba esperando el estallido que no sucedió.

Anoche me pasé rezando, siendo agnóstica
Que el mundo en mí cierre su telón
Sin embargo una prosa tras otra
me devolvió al aura por reiteración.

¿Dónde se alojan los momentos no vividos
Y los besos que no se dan los amantes?
¿Cómo sigue su ritmo el olvido
después de la muerte cesante, cesante?

He muerto tantas veces en vida,
He vivido tantas veces la muerte
Que no hay guarida que me aloje latente
Como lo tierra y sus flores,
Como pachamama y su vientre.

lunes, 4 de enero de 2010

Amputación


Un paso, dos pasos, tres pasos.
Un beso, dos cuerpos, un ser.
Un ojo, dos ojos, cuatro ojos.
Un hola, un silencio y un adiós.

Una risa, dos risas, mil lágrimas,
Un abrazo, dos personas, un hotel,
cien bocas, dos labios, cuatro labios
Un amor, un despecho, una fortuna.

La canción, el libro y cien fotos,
el recuerdo, el olvido y la memoria.
Un café, un cigarrillo, un descuido,
Un catarro, dos resacas y un suspiro.

Dos seres, un ser, tres seres. Sobra uno.
Un amor, una pasaje, un regreso.
Me olvide, te lo confieso…
De que vos y yo, no somos uno.