domingo, 7 de marzo de 2010

Promesa


Proclamó una declaración que abarcaba el tiempo infinito y el espacio incierto. Como un silencio que se hizo grito para reproducirse en los recovecos de la materia y avasallar la sustancia. No contemplaba la historia y sus matices, ni siquiera parábolas o verbos. Quizá era la suma de todos ellos.
Se incorporó sin miedos, lo dijo con firmeza y con pausa. Solemne forma de declararse.
Pero yo que tenía tiempo y espacio, y estaba encarnada en la sustancia, no creía en los gritos ni en las palabras y contemplé siempre la historia y sus matices, fue que al ingresar su grito en mi cuerpo, líquido y sólido, se hizo silencio. No fue ni verbo, ni parábola, ni la suma de todos ellos. Quedó como un delirio incoherente que no supo retener su cuerpo y lo arrojó en mi rostro sin piedad alguna. Válgame Dios que esquivé sus dos palabras, sino estaría siendo feliz en algún sitio olvidado y no estaría llorando el mismo nombre.