martes, 30 de marzo de 2010

Compañero

(a Julio Silva)


Julio prefería bañarse bajo la lluvia y
disimulaba la expresión del misterio bajo su risa,
tenía como tesoro un mate y yerba renovable
que bajo el sol renacía, cada tarde.

Julio se reía de los que suelen impresionarse
de la tecnología y el mundo que progresa ligero
pasaba las tardes bajo el sauce, tejiendo
en su mente, viejos anhelos.

Nunca comprendió por qué la arrebataron aquella casa
en donde jugarían sus nietos.
Tampoco titubeó cuando en el casino acertaba
y corría a prender, rápidamente, el fuego.

La familia unida buscaba la leña,
que muerta se había desprendido de los rascacielos
y él que al tiempo le ganó en la ruleta rusa
sabía conversar horas eternas con el viento.

Del suelo levantaba coplas en la quinta que nacía
y de souvenir a la vida le dejó mil enseñanzas
Prefirió derrotar las ambiciones y llenarse de calma
cambió plomo por cobre y soja por alfalfa.

Julio comprendía al clima y lo pronosticaba
sus manos en la cintura y vista al horizonte
anunciaban otra caída de un viejo hermano
o una lluvia feroz, pronta al desengaño.

Julio no olvidó tanto hermano muerto
y de viejo lloraba por cualquier circunstancia
maldijo a la vida, antes de su muerte
por tantos desenlaces crudos y opacos.

Un nieto y una hija con él fallecieron
y nacieron en el barrio miles de mitos
que se lo llevó la tormenta, que lo inundó la sequía,
que se ahogó en la sonrisa o lo despertó el otoño.

Ningún ser del viejo Colón quiso despedirlo
porque Julio era eterno y así se infundió,
Mujica lo recuerda tenue y certero
amargo y enfermo, por tanto hermano muerto.