jueves, 25 de febrero de 2010

Obsesión


Se acercaba caminando, sonriendo, con obstinación. Se frenó antes su alma que su cuerpo, fue evidente. La gente no se detuvo a su alrededor, ni percibió el momento en que recogió del suelo una pena no muy lejana. Sonrió, como un hecho rutinario donde solía adormecerse profundamente. Nunca jamás despertó. Prosiguió su camino como quien olvidó el fin de la cosa. Se entremezcló entre la gente y se disolvió entre paredones, carteles, graffitis, basura, ruidos, colores, autos, aviones…
Cada gesto que se fue sucediendo desde nuestro encuentro se fisura en los objetos que me despojo, en los espejos que se empañan y en el ladrido de los perros. No hubo ningún tipo de souvenir ni intercambio gaseoso, líquido o sólido. No hubo nada más que un desencuentro.
Allí fue el inicio de que los almanaques se deshojen desde diciembre a enero, que los perros aúllen o los silencios sean gritos. Desde ese día los laberintos comienzan con puertas abiertas y por las ventanas cerradas se filtra la llovizna de un día de sol.
La gente me choca, me ignora, se esparce. Tampoco observó el cambio que su desencuentro produjo en mí. La pregunta se asoma, revive, me exaspera. Una forma tácita de enloquecer al sujeto en el que habito, que no es más que el espejismo en donde se reflejan los fenómenos meticulosos, paranormales, oscuros.
No puedo más que recorrer callejones, plazas, cuerpos desnudos, hasta encontrar su rostro temprano e inmaduro y vuelva el orden tradicional de los fenómenos y de noche se pose la luna, espléndida y rozagante.

lunes, 22 de febrero de 2010

Soledad


Era la soledad. Lo supe porque vestía con tu rostro y me embriagaba el alma. Era triste y sombría, tenue y distante. Ingresó por alguna puerta o una que otra ventana que olvidé sellar en la noche, quizás adrede. No eras vos, era la soledad. No tuve ninguna duda en ese momento, pronunciaba las mismas palabras que gastó tu boca y que llevan tu nombre parecido al dolor.
Al tiempo que me sorprendí se sonrió, para provocarme, herirme y encontrarme. Se acomodó despacio sobre mi hombro, tu hombro. Me miró, como girasol buscando su estrella, con sed de alimentarse, estrujarme, hasta escurrir la sangre que no he derramado por ningún ser, salvo el inexistente. Se detuvo, fría y frágil, perenne y espléndida. Por un momento dudé que era la muerte, la soledad o vos. No sabía disentir entre los segundos que el sentimiento y la razón pelean por encontrar la conclusión de un hipótesis inconclusa y de dimensiones cóncavas. Supe que era la soledad porque seguí latiendo, y no me traspasó el frío y no se me heló el alma. Sentía calor, calor humano hasta el punto de transpirar sin límites; emergí recuerdos, olvidos, pasajes de la mente que había creado en el imaginario silencio de tu ausencia. No era la muerte.
Creí que eras vos, pero supo comprenderme en el momento justo, sin decir palabras, sin pedir nada a cambio. Se retiró y entraste vos; ahí entendí que era la soledad.

lunes, 8 de febrero de 2010

Tu Revolución



Un delito social, en el reflejo del silencio
un mundo a contramano, sin ningún freno
tus labios de la misma sustancia que el infierno
y tu boca constelación del paraíso.

No hay boca, no hay labios,
somos el mismo ser homogéneo
ni sol, ni luna, ni ruido y silencio
el mundo como masa uniforme.

Revolución, gritaron los cuerpos
Y se fueron diferenciando del resto
Como individuos, como sujetos
Dándole al espacio un contenido.

Revolución dijeron mis manos
Que te fueron a conquistar de madrugada
Y un dictador nocturno que era la helada
Nos separó de la rutina alienadora.

Revolución de dos cuerpos,
Empezamos a cambiar nuestro universo
Si así besas los muros, te lo advierto
No hay fronteras que superen la velada.

Vos sos lo que el socialismo imploró
Y el cielo buscó entre los ángeles
La revolución de cuerpo, alma y sangre
Que se inscribe en la eternidad de los dementes

Vienes de unicidad y arrasas
en pocos minutos soy parte de tu cuerpo
como fenómeno jamás resuelto
Einstein evocaría una teoría.

Mi amor, sólo quería explicarte
El por qué de mi devoción furtiva
Porque veo en tu ser la potencialidad
De hacer de dos, un mismo cuerpo.