Porque el viento deja de ser viento cuando el corazón entristece. No podría describir la sensación de observar al mundo y distanciarme. Como carne que nace a otro mundo, como despegar de éste para adherirme al firmamento o las penumbras. No puedo siquiera escribir una obra de teatro, aún cuando los artistas están actuando en mi cabeza y un corazón amigo la espera para regalar con el alma una caricia. No pude decirte te amo con palabras suaves, sino mas bien tercas.
Porque el agua deja de ser agua cuando de sed me visto y me alimenta el fracaso de conquistar lo absurdo cada segundo. Porque tu alma es algo extraño para mi, y como detective escavadora de tu superficie me perdí en tu cima y me olvidé de tu profundidad.
El aire debe ser aire en donde yaces, bajo el tibio fulgor de la esperanza, con esa luz suave y silenciosa. Me duele la despedida que no nos dimos, porque jamás hablamos del encuentro tampoco. Perenne y en la dimensión de la eternidad te confundes con mis dotes imaginarios y soberbios, he dicho más de una vez que la perfección te favorece más cuando no duermo y en eso tienes la unicidad en mi.
Porque no paro de buscarte, aún sabiendo que te he perdido miles de veces antes de encontrarte y si mis defectos devoraran la única virtud que tengo, seguro tocarías el timbre que nos distancia.
Porque estarás soñando en la plenitud de tu indefinición, como ave de eterno retorno hacia el regreso de tu inmensidad y bien lejos de mis desmanes. Cuando dije no quiero verte más, no estaba pensando en mí… por más que me tildaras de egoísta y hasta perversa. No quiero verte más, porque naufragas en mi desierto cada vez que apareces y yo me quedo en la espera de calmar tu sed, la que nunca cesa. No quiero verte más, porque adoras mis defectos y te sientes fuertes frente a ellos, mientras la herida se agravia.
No quiero verte más, porque te veo en cada segundo de mi vida malgastada y, de volver a verte, terminaría por retroceder los mil días que tu nombre y el mío no se proclaman.
No quiero verte más, porque te siento y no porque no me importa nada. Crees que me siento un ser supremo e imbatible, en ambas te equivocas.
Y si he dicho tantas veces no quiero verte más, quien me conoce sabría que un grito de desesperación me sostiene en un deseo elocuente de que aparezcas. Pero, en verdad me crees cuando no es a ti a quien le hablo.
De todas formas, estás temblando… y no porque te has perdido de mi mediocridad, sino porque te esforzabas en la gratitud de saber que alguien bajo cualquier cielo, te amaba. No importó quien fuera ni de dónde viniera y si de sinceridad te tiñeras un día, sabrías de que hablo.
No quiero verte más, y jamás he dicho eso anteriormente. No quiero verte más, y aún ni siquiera yo me lo creo. Pero no quiero verte más, porque jamás antes nos hemos mirado.
Aunque nunca leas estas palabras que parecieran por momentos quedar flotando en la nada, por tu estupidez de odiar la ciencia, cualidad a la que también amaba, justamente me confieso al ser inexistente que del otro lado no puede haber más que lo que siempre hubo: una ausencia inigualable.
De todas formas, corazón sombrío, te despido y zarpo de cualquier puerto. Tus vicios podrían reemplazar mis pretextos y mi sobriedad aniquilarme de esperanza.
“¿Por qué me tratas tan bien, me tratas tan mal? Sabés que no aprendí a vivir”. Y aunque se estén mermando los calambres de mi alma, basta con haber oído tantas ‘promesas en el bidet’ para entender el grado de imposibilidad de que vos y yo podamos ponernos de acuerdo.