Oscuridad, nubes que trasportan al inquilino delirio lejos de aquí,
El vacío que se genera entre tus desmanes elocuentes
Supo retenerme eternamente en el transcurso de un segundo.
Sensibilidad, la de tus manos sobre mis manos,
Bajo el espejismo de un autorretrato absurdo
Como dos seres que nacen del mismo ser.
Dolor, el que dista mi realidad de la tuya
La soledad que me alberga, el silencio que te condena
Bajo el mismo cielo que cada día nos delata.
Eternidad, la dimensión que nos contiene
sobre la línea efímera que separa lo existente de lo inexistente
En el mismo lecho de muerte que nos vio nacer.
Felicidad, la búsqueda que emprendimos a la par
Y que al ver nuestro alrededor nos despojamos
Simplemente para no desconectarnos del contexto.
Como dos aves sin alas que miraron el cielo
Como dos cielos sin aves que se recostaron en la mar,
Tan similares al desvarío de los años históricos
Que supieron reír sin callar, llorar sin sufrir, amar sin sentir.
He aquí mi testamento, impreso con sangre y sudor
Léase aquí mi único tesoro escondido,
Las horas que colgada a su cuello, supe pedir perdón.
Porque no fueron distancias nuestras distancias
Porque el mundo prosiguió su ritmo inmóvil
Y fuimos como mariposas encarceladas
Que encontramos de a dos el paraíso.
Y a aquellos que se arrodillan de frente a su padre
Y que le piden a un Dios que del pecado los salve,
Jamás comprendieron que elegimos el infierno en su dogma
Y que el pecado no es más que amarse horizontalmente.
Si te dolieron los dedos que a ti te han señalado
Y preferiste una ruta más pulcra de otra mano
No fue el mundo quien nos dio la espalda, amor mío,
Fue la miseria humana de creer que hay roles establecidos.
No fueron tus palabras más que puñales en mi alma
Que se cicatrizaron en la mirada que me acechabas en el acto
Lejos de mi esencia emprendiste un nuevo rumbo
en donde Dios es uno, y de a dos nada se puede.
(Vaya despedida de dos inexistentes)